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EL ÚLTIMO ENEMIGO
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tamento, Hebreos 11:13 nos dice que
“Conforme a la fe murieron todos
éstos sin haber recibido lo prometido,
sino mirándolo de lejos, y creyén-
dolo, y saludándolo, y confesando
que eran extranjeros y peregrinos
sobre la tierra”. Estos hombres y
mujeres aún permanecen en sus tum-
bas esperando el cumplimiento de la
promesa; y, como leemos en el ver-
sículo 40, no serán “perfeccionados
aparte de nosotros”.
De hecho, la Biblia revela que todos
los fieles de todas la épocas serán
glorificados juntos; es decir, todos
recibirán su recompensa al mismo
tiempo (Romanos 8:17; consulte tam-
bién 1 Tesalonicenses 4:15). Ninguno
de ellos está cuidándonos desde el
cielo como algunos suponen. Pero
podemos estar tranquilos sabiendo
que su Padre (que también es nuestro
Padre) sí nos mira y cuida siempre.
Las enseñanzas de Cristo y los após-
toles nos hablan de una resurrección
en la cual los muertos volverán a la
vida juntos —y esto es exactamente
lo que la Biblia profetiza.
El infierno
Otra de las creencias populares
acerca de lo que ocurre después de
la muerte es que las personas malas
se van al infierno para ser castigadas
por la eternidad. Una vez más, esta
idea se basa en la premisa de que, si el
alma es inmortal, tiene que ir a algún
lado cuando el cuerpo muere —si no
es al cielo, al infierno.
Generalmente, el infierno se describe
como una eternidad de tormento
como castigo por llevar una vida
pecaminosa. Algunos lo han imagi-
nado como un inframundo en llamas
de sufrimiento eterno; otros, como
un lugar de absoluta oscuridad y des-
esperanza.
Según el historiador Paul Johnson, la
doctrina del infierno fue introducida
al cristianismo como una estrate-
gia para asustar a la gente y retener
adeptos. “La cuidadosamente dise-
ñada imagen del infierno había sido
incorporada al cristianismo desde
muy temprano, y las autoridades
siempre la habían considerado un
elemento fundamental para conser-
var la moral cristiana. Aun los escép-
ticos ante la idea de un castigo físico
en el infierno, e incluso de su existen-
cia, creían conveniente fomentar ese
temor en el común de los creyentes”
(
A History of Christianity
[La historia
del cristianismo], 1976, p. 340).
A través de la historia, escritores
como Agustín (teólogo del siglo IV),
Dante Alighieri (filósofo y poeta del
siglo XIV), Tomás de Aquino (teólogo
del siglo XIII) y Jonathan Edwards
(predicador cristiano del siglo XVIII),
han creado imágenes aterradoras
pero que carecen de respaldo bíblico,
del supuesto dolor y agonía del
infierno con el fin de atemorizar a las
personas y atraerlas a su propia forma