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trina cristiana], la teóloga Shirley
Guthrie escribe: “Nos referimos a
la creencia de la inmortalidad del
alma. Los autores bíblicos no ense-
ñaron esta doctrina, pero era una
idea popular en las religiones griegas
y orientales del mundo antiguo en
que nació la iglesia cristiana. Como
consecuencia de ello, algunos de los
primeros teólogos cristianos fueron
influenciados por ella, leían las escri-
turas con base en ella y la introduje-
ron como una enseñanza de la iglesia
que ha permanecido con nosotros
desde entonces” (1994, p. 378).
Clemente de Alejandría, Orígenes,
Agustín y Tomás de Aquino son
algunos de los teólogos que recibie-
ron la influencia de la creencia plató-
nica en la inmortalidad del alma y la
introdujeron al cristianismo. Fueron
personajes como estos los que traje-
ron ideas antibíblicas de la filosofía
griega al cristianismo original.
La doctrina de la inmortalidad del
alma siguió siendo parte del cristia-
nismo aun después de la Reforma
protestante del siglo XVI, y se man-
tuvo vigente en las denominaciones
protestantes que surgieron de la Igle-
sia Católica Romana.
En la actualidad, casi todas las ramas
del cristianismo basan sus creencias
de lo que pasa después de la muerte
en las ideas de estos pensadores e
historiadores (influenciados por la
filosofía antigua y el paganismo), no
en la Biblia.
Enseñanza bíblica
acerca del alma
Claramente, nuestras creencias deben
basarse en la Palabra inspirada de
Dios (Juan 17:17; 2 Timoteo 3:16), no
en ideas y doctrinas paganas adopta-
das mucho después de que la Biblia
fuera escrita (Apocalipsis 22:18-19).
Para comprender en qué consis-
ten realmente la vida humana y la
muerte, debemos volver al
principio
.
El libro de Génesis revela que Dios
hizo al hombre en el sexto día de la
semana de creación.
Veamos qué nos dice acerca de la
naturaleza del hombre: “El Eterno
Dios formó al hombre del polvo de la
tierra, y sopló en su nariz aliento de
vida, y
fue el hombre un ser viviente”
(Génesis 2:7; énfasis añadido). En 1
Corintios 15:45, Pablo parafrasea este
pasaje diciendo: “Fue hecho el primer
hombre Adán alma viviente”.
En el Antiguo Testamento, la pala-
bra hebrea traducida como “ser” o
“alma” es
nephesh,
que simplemente
significa “criatura viviente”. Según el
Brown-Driver-Brigg’s Hebrew Lexicon
[Lexicón hebreo de Brown, Driver y
Brigg], este término se traduce lite-
ralmente como “aquello que respira,
ser viviente, criatura”.
Nephesh
puede referirse a cualquier
tipo de criatura. De hecho, la palabra
traducida como “ser viviente” (refi-
riéndose a animales) en Génesis 1:21
es la forma plural de
nephesh
. Físi-