Creencias fundamentales

Las siguientes afirmaciones representan las creencias fundamentales de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial. Estas creencias, basadas en las Sagradas Escrituras, no constituyen todo el cuerpo de creencias de la Iglesia, pero representan sus creencias fundamentales o básicas.

1. Dios el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo

Dios el Padre es un Espíritu eternamente existente, un ser personal, perfecto, lleno de amor supremo, inteligencia, conocimiento, justicia, poder y autoridad. Fue por medio del Verbo (quien se convirtió en Jesucristo) que Él creó todas las cosas que existen. El Padre es la Fuente de la vida, el Sustentador del universo por medio de su poder. Hay un Señor, Jesucristo, quien ha existido eternamente. Él vino a la tierra para hacer la voluntad del Padre. Él es el Mesías, el Cristo y el Hijo divino del Dios viviente, que nació en la carne, de la virgen María. Dios es una familia eterna que actualmente consiste en el Padre y el Hijo. Tanto el Padre como el Hijo están involucrados en la obra creativa de expandir su familia trayendo muchos hijos (hijos e hijas) a la gloria. El Espíritu Santo es el poder de Dios y el Espíritu de la vida eterna, no un ser o entidad aparte.

Respaldo bíblico: Efesios 4:6; 1 Corintios 8:6; Juan 1:1-4; Colosenses 1:16; Efesios 3:15; 2 Timoteo 1:7; Hebreos 2:10; 2 Corintios 6:18.

2. El reino angelical y Satanás

El reino angelical, que consiste de varios tipos de seres espirituales, fue creado por Dios. Un antiguo “querubín protector”, Lucero, se rebeló contra la autoridad de Dios y se convirtió en Satanás el diablo. Como Lucero, él influyó en una tercera parte de los ángeles para que lo siguieran. Aquellos que lo siguieron a él son ahora espíritus malignos conocidos como demonios. Satanás el diablo es el adversario tanto de Dios como de la humanidad. Él y sus demonios influyen en la humanidad para que rechacen a Dios y a su ley. A estos espíritus malignos se les ha dado dominio temporal sobre el mundo y han engañado a la inmensa mayoría de los seres humanos. Los ángeles que permanecieron fieles a Dios sirven como espíritus ministradores para aquellos que están respondiendo al llamado de Dios.

Respaldo bíblico: Mateo 4:1-11; Lucas 8:12; 2 Timoteo 2:26; Juan 12:31; 16:11; Apocalipsis 12:4, 9; 20:1-3, 7, 10; Levítico 16:21-22; 2 Corintios 4:4; 11:14; Efesios 2:2; Hebreos 1:14.

3. La humanidad

Los seres humanos, tanto el hombre como la mujer, fueron creados a imagen de Dios con el potencial de compartir la naturaleza divina de Dios como hijos en su eterna familia. Los seres humanos son seres mortales que dependen de la respiración y están sujetos a la corrupción y a la decadencia. Ellos no tienen un alma inmortal ni poseen vida eterna en estos momentos. La vida eterna es un don de Dios, dado únicamente a aquellos que aceptan su llamamiento y los términos y condiciones expresados en las Escrituras. Dios les dio a Adán y Eva la oportunidad de elegir la vida eterna al obedecerlo a Él, o la muerte por el pecado. Adán y Eva sucumbieron al pecado al desobedecer a Dios. Como resultado de ello, la muerte entró en el mundo. Todos los seres humanos han pecado y por lo tanto están sujetos a la muerte. En el plan de Dios está dispuesto para todos los hombres que “mueran una vez”.

Respaldo bíblico: Génesis 1:26; 2 Pedro 1:4; Hebreos 9:27; 1 Corintios 15:22; Romanos 3:23; 5:12; 6:23; 8:16-17.

4. El propósito de la vida humana

El propósito de Dios con los seres humanos es agregarlos a ellos como hijos en su familia eterna. Si bien es claro que la vida eterna es un don de Dios, Él espera que sus hijos respondan a su llamamiento, desarrollen un carácter justo al sobreponerse al pecado y crezcan en la gracia y el conocimiento de Jesucristo. Cuando Cristo regrese a esta tierra, estos seres humanos fieles nacerán como seres espirituales dentro de la familia de Dios y reinarán en la tierra como reyes y sacerdotes con Cristo.

Respaldo bíblico: Juan 1:12; Romanos 6:15-16; 8:14-17, 30; Hechos 2:39; 1 Corintios 15:50-53; 2 Pedro 3:18; Apocalipsis 1:6; 3:5; 5:10.

5. La Palabra de Dios

Las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento de la Santa Biblia, son la Palabra de Dios y contienen la revelación completa de la voluntad de Dios y su plan con la humanidad. Directamente inspiradas por Dios en pensamiento y palabra, son perfectas e infalibles tal como fueron escritas originalmente. Las Escrituras son la autoridad final y suprema para la fe y la vida. Son la fuente de doctrina y el fundamento de toda la verdad.

Respaldo bíblico: 2 Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:20-21; Juan 10:35; 17:17.

6. El pecado y la ley de Dios

El pecado es la transgresión de la ley de Dios, que es espiritual, perfecta, santa, justa y buena. La ley de Dios está basada en dos grandes principios de amor a Dios y amor al prójimo. Los Diez Mandamientos exponen estos principios fundamentales de la ley de amor de Dios. Transgredir cualquier parte de la ley de Dios le trae a la persona la pena de muerte. Aquellos que aman a Dios y buscan la vida eterna lucharán por guardar los mandamientos de Dios. La obediencia a la ley de Dios produce felicidad y paz mental. La desobediencia a la ley de Dios produce miseria y contiendas y finalmente la muerte eterna.

Respaldo bíblico: 1 Juan 3:4; 5:3; Mateo 5:17-19; 19:17-19; 22:37-40; Santiago 2:10-11; Romanos 2:5-9; 6:23; 7:12-14; 13:8-10.

7. El sacrificio de Jesucristo

Dios amó tanto al mundo que dio a su único hijo engendrado para que los seres humanos pudieran tener vida eterna. En la perfecta justicia de Dios, la pena por nuestros pecados debía ser pagada en su totalidad. Después de vivir una vida humana sin pecado, aunque fue tentado en todo como nosotros, Jesucristo, el Hijo de Dios, murió como el sacrificio perfecto por todos los pecados de la humanidad. Por ser Dios en la carne y el Creador de toda la humanidad, su muerte hace posible que todas las personas y la humanidad en general, sean perdonadas de sus pecados y liberadas de la pena de muerte que merecen como consecuencia del pecado y sean reconciliadas con Dios el Padre. Este plan de salvación para la humanidad existe desde la fundación del mundo.

Respaldo bíblico: Juan 1:18; 3:16; Efesios 1:11; Colosenses 1:16-17, 22; Hebreos 4:15; 9:15; 10:12; 1 Juan 2:2; 4:10; Apocalipsis 5:9; 13:8.

8. Tres días y tres noches

Jesucristo fue levantado de la muerte por el Padre, después de que su cuerpo estuviera en la tumba durante tres días y tres noches. El tiempo en que Él estuvo en la tumba fue la única señal que dio para probar que Él era el Mesías. La resurrección de Jesucristo hizo posible la inmortalidad para los seres humanos mortales. Después de su resurrección, Cristo ascendió a los cielos, en donde ahora está sentado a la diestra de Dios el Padre como nuestro Sumo Sacerdote, hermano mayor y abogado ante el Padre.

Respaldo bíblico: 1 Pedro 1:17-21; 3:22; Mateo 12:39-40; 1 Corintios 15:53; 2 Timoteo 1:10; Juan 20:17; Hebreos 2:10-15; 8:1; 12:2; 1 Juan 2:1.

9. Arrepentimiento

El arrepentimiento es un don de Dios—un don que es necesario para la salvación y la correcta relación con Dios. Todos los que quieran ser perdonados de la pena de muerte que merecemos por el pecado, deben arrepentirse genuinamente de sus pecados, rendir completamente sus vidas a Dios y obedecer sus mandamientos. Ellos deben aceptar por fe a Jesucristo como su Salvador personal, su Señor y su Maestro, su Sumo Sacerdote y su pronto Rey venidero. Estas personas son justificadas, sus pecados son perdonados y como un acto de gracia divina, son bautizados y reciben el Espíritu Santo por medio de la imposición de manos. Con el bautismo ellos se convierten en parte del Cuerpo espiritual de Cristo, la verdadera Iglesia de Dios.

Respaldo bíblico: Hechos 2:38; 3:19; 5:29-32; 2 Corintios 7:10; Juan 3:16; Efesios 1:7; 2:7-10; Romanos 3:21-26; 5:5; 6:6; 8:4, 9-10, 14; 13:10; Jeremías 33:8; Juan 14:16-17; 1 Corintios 12:12-13; Filipenses 2:3-5; 2 Timoteo 2:25.

10. Bautismo en el agua

El bautismo por inmersión en el agua después del arrepentimiento, representa el perdón de los pecados, la sepultura del viejo hombre y el comienzo de una nueva vida en Cristo. Por medio de la oración y la imposición de manos después del bautismo, los creyentes arrepentidos reciben el don del Espíritu Santo y se convierten en parte del Cuerpo espiritual de Jesucristo. Al ceder a, y ser guiados por, el Espíritu Santo, aquellos que se han arrepentido y han sido bautizados experimentan un cambio verdadero en la vida, actitud y forma de pensar.

Respaldo bíblico: Juan 3:23; Hechos 2:38; 8:14-17; 19:5-6; Efesios 4:22-24; 1 Corintios 12:13; Romanos 6:1-6.

11. El día de reposo

El séptimo día de la semana es el Sábado del Señor nuestro Dios, y en este día los seres humanos están obligados a descansar de su trabajo para adorarlo a Él. Establecido y bendecido por Dios en la creación, el séptimo día de la semana comienza al atardecer del viernes y continúa hasta el atardecer del Sábado. El Sábado es una señal que identifica y un pacto perpetuo entre Dios y su pueblo. Los verdaderos cristianos siguen el ejemplo de Jesucristo, los apóstoles y la Iglesia del Nuevo Testamento al celebrar el Sábado del séptimo día.

Respaldo bíblico: Génesis 2:2-3; Éxodo 20:8-11; 31:13-17; Levítico 23:3; Isaías 58:13; Hebreos 4:4-10; Marcos 1:21; 2:27-28; 6:2; Hechos 13:42-44; 17:2; 18:4; Lucas 4:31; 1 Juan 2:4-6.

12. La Pascua

La Pascua debe ser celebrada en la tarde, al comienzo del 14 de Nisán (Abib), de acuerdo con el calendario hebreo preservado por los judíos. Los símbolos de la Pascua del Nuevo Pacto instituidos por Jesucristo la noche antes de morir—el lavatorio de los pies, el pan sin levadura y el vino—hacen parte de este servicio. Los cristianos deben seguir la instrucción y el ejemplo de Jesucristo celebrando la Pascua anualmente como un memorial de su muerte.

Respaldo bíblico: Éxodo 12; Mateo 26:18-30; Juan 13:1-15; Lucas 22:1-20; Juan 1:29; 1 Corintios 5:7.

13. Las fiestas santas de Dios

Las siete fiestas santas anuales son ocasiones especiales para congregarse. Fueron dadas a Israel por Dios por medio de Moisés y fueron guardadas por Cristo, los apóstoles y la Iglesia del Nuevo Testamento, y se nos ordena que las guardemos hoy. Estas fiestas revelan el plan de salvación de Dios para la humanidad. Se seguirán celebrando durante el milenio.

Respaldo bíblico: Colosenses 2:16-17; 1 Pedro 1:19-20; 1 Corintios 5:8; 15:22-26; 16:8; Santiago 1:18; Éxodo 23:14-17; Levítico 23; Lucas 2:41-42; 22:14-15; Juan 7:2, 8, 10, 14; Hechos 2:1; 18:21; 20:16; Zacarías 14:16-19.

14. Las leyes bíblicas acerca de los alimentos

Los animales identificados como “inmundos” en la Biblia no deben ser consumidos por los seres humanos. Las listas de los animales “limpios” e “inmundos” se encuentran en las instrucciones de Dios concernientes a lo que se debe y no se debe comer.

Respaldo bíblico: Levítico 11; Deuteronomio 14.

15. El diezmo

Diezmar es ordenado por Dios. Por medio del diezmo uno honra a Dios con sus bienes materiales y ayuda a la predicación del evangelio, provee para las necesidades físicas de la Iglesia y cuida de los miembros que lo necesitan. Un diezmo especial para las fiestas hace posible que uno pueda asistir a las fiestas ordenadas por Dios.

Respaldo bíblico: Proverbios 3:9-10; Génesis 14:17-20; Números 18:21; Malaquías 3:8; 1 Corintios 9:7-14; Deuteronomio 14:22-29.

16. El servicio militar y la guerra

Debido a la enseñanza de Jesús de que debemos amar a nuestros enemigos y la instrucción de Dios con respecto a la vida humana, los cristianos no deben prestar servicio militar. La enseñanza bíblica es que si alguien odia a su hermano, es un asesino. Estar en el ejército traerá problemas para guardar el Sábado y los días de fiesta. Debido a que los cristianos deben obedecer a Dios antes que a los hombres, ellos necesitan mantener el control de sus vidas. Los cristianos deben ser cuidadosos y no permitir que asuntos humanos y preocupaciones los distraigan de su papel como embajadores en el venidero Reino de Dios. Cristo afirmó que su Reino no era de este mundo; por lo tanto sus servidores no pelearían.

Respaldo bíblico: Génesis 9:6; Éxodo 20:13; Mateo 5:21-22; Lucas 6:27-35; Juan 18:36; 1 Corintios 7:21-23; Hechos 5:29; 1 Juan 3:15; 2 Corintios 5:20.

17. La Iglesia de Dios

La Iglesia de Dios es un cuerpo espiritual compuesto por creyentes que tienen y son guiados por el Espíritu Santo. La Iglesia no es una denominación, organización humana o un edificio sino el pueblo con el que Dios está trabajando en cualquier época. El nombre bíblico de esta iglesia es la “Iglesia de Dios”. Su misión es predicar el evangelio del venidero Reino de Dios y hacer discípulos de todos aquellos que respondan al llamado de Dios, ayudándolos en su desarrollo espiritual y reconciliación con Dios.

Respaldo bíblico: Hechos 2:38-39, 47; 20:28; Romanos 8:14; 14:19; Efesios 1:22-23; 4:11-16; 1 Corintios 1:2; 10:32; 11:16, 22; 12:27; 15:9; 2 Corintios 1:1; 5:18-20; Gálatas 1:13; 1 Tesalonicenses 2:14; 2 Tesalonicenses 1:4; 1 Timoteo 3:5; Marcos 16:15; Mateo 24:14; 28:18-20; Juan 6:44, 65; 17:11.

18. Promesas a Abraham

El cumplimiento de las promesas que Dios hizo a Abraham, un hombre llamado el padre de los creyentes, representa la fidelidad de Dios y nos da claves importantes para entender la profecía bíblica. Como lo prometió, Dios multiplicó sus descendientes de tal forma que Abraham se convirtió literalmente en padre de muchas naciones. Dios prosperó materialmente a sus descendientes: Isaac, Jacob (también llamado Israel) y los 12 hijos de Jacob que fueron los progenitores de las 12 tribus del antiguo Israel. Los descendientes de estos pueblos continúan siendo en la actualidad naciones prominentes (especialmente los descendientes de Efraín y Manasés) porque ellos han heredado las bendiciones físicas de Abraham. Además de las bendiciones físicas prometidas a Abraham, Dios le hizo otra promesa al patriarca—una promesa de herencia eterna por medio de su Simiente (Jesucristo), la cual todas las personas, sin importar su linaje físico, pueden recibir. Todos aquellos que respondan al llamamiento de Dios pertenecen a Cristo y son considerados la simiente de Abraham. Entender las promesas que fueron hechas a Abraham nos da un entendimiento más preciso del mundo actual y de los mensajes de los profetas.

Respaldo bíblico: Génesis 12:1-3; 32:28; Salmo 111:1-10; Romanos 4:12, 16; 9:7-8; Gálatas 3:16, 28-29; Hebreos 9:15.

19. El regreso de Jesucristo a la tierra

Al final de esta malvada era presente, Jesucristo regresará a la tierra de un modo visible, para establecer el Reino de Dios y reinar por los siglos de los siglos, comenzando con un período de 1.000 años comúnmente llamado el Milenio. Él se sentará en el trono de David, gobernando a todas las naciones como Rey de Reyes y sirviendo como Sumo Sacerdote a todos lo que lo reconozcan a Él como su Señor y Dueño. Como está profetizado, en esa época Él restaurará todas las cosas y establecerá el Reino de Dios eternamente y para siempre.

Respaldo bíblico: Daniel 2:44; 7:14, 18, 27; Mateo 24:30, 44; Apocalipsis 1:7; 11:15; 19:16; 20:4-6; 1 Tesalonicenses 4:13-16; Juan 14:3; Isaías 9:7; 40:10-11; Hebreos 7:24; Jeremías 23:5; Lucas 1:32-33; Hechos 1:11; 3:21; 15:16.

20. Las resurrecciones

Ser resucitado de la tumba es la única esperanza de vida eterna para los seres humanos que han fallecido. Las Escrituras nos revelan que habrá tres diferentes períodos de futuras resurrecciones para todos aquellos que hayan muerto. Cuando Jesucristo regrese, ocurrirá la primera resurrección a vida eterna para todos aquellos siervos fieles de Dios que hayan muerto a lo largo de los siglos. Estas personas resucitarán de sus tumbas, y junto con aquellos seres humanos que estén vivos y tengan el Espíritu Santo en ellos, serán transformados en seres espirituales inmortales. Después del reinado de 1.000 años de Jesucristo en la tierra, habrá una segunda resurrección a vida física para la mayoría de las personas que han vivido. Estas personas entonces tendrán su primera y única oportunidad para escuchar, entender y responder al llamado de Dios. Si ellas se convierten, recibirán la vida eterna. Habrá una tercera resurrección para los incorregibles, a un breve período de conciencia, en el cual recibirán el juicio justo de Dios—su destrucción en el lago de fuego. Esta resurrección está reservada para aquellos que han rechazado el ofrecimiento de salvación de Dios y van a cosechar la muerte eterna, también llamada la segunda muerte, de la cual no hay resurrección.

Respaldo bíblico: 1 Corintios 15:19, 45-53; Hechos 23:6; Juan 5:21-29; Romanos 6:23; 8:10-11; 1 Tesalonicenses 4:16-17; Ezequiel 37:1-14; Apocalipsis 20:4-5, 11-15; Juan 3:16; Mateo 25:46.

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