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dijo: “porque he aquí el reino de Dios está
entre vosotros” (v. 21). En este sentido,
Jesús, el Rey del venidero Reino de Dios,
estaba entre los fariseos. ¡El Reino de Dios
no estaba en los corazones de aquellos
fariseos!
¿Qué hay entonces acerca del concepto del
Reino de Dios en nuestros corazones? Las
Escrituras muestran que este tema debe
estar en nuestra mente. Al fin y al cabo,
supuestamente debemos orar para que el
Reino venga (Mateo 6:10), y Jesús nos dijo:
“Buscad primeramente el Reino de Dios y
su justicia” (v. 33).
Cuando nos arrepentimos de nues-
tros pecados, somos bautizados y des-
pués seguimos la guía del Espíritu Santo,
voluntariamente nos sometemos a las
leyes y autoridad del Reino de Dios que
vendrá. Al describir este proceso, Pablo,
que en aquella época estaba prisionero en
Roma, explicó: “El cual [Dios el Padre],
nos ha librado de la potestad de las tinie-
blas, y trasladado al reino de su amado
Hijo” (Colosenses 1:13).
Así que existe un sentido simbólico de ser
“trasladados” al Reino, cuando somete-
mos nuestra vida a Dios y comenzamos
a vivir según sus instrucciones. Nuestra
lealtad primaria es trasferida de todos los
reinos de este mundo al Reino de Dios.
Ahora estamos sujetos a unas leyes dife-
rentes (las de Dios) y pertenecemos a una
comunidad distinta (la Iglesia de Dios).
Aunque la Biblia menciona que después de
ser bautizados nuestra “ciudadanía” está
en los cielos (Filipenses 3:20), para entrar
al Reino los seres humanos tienen que ser
cambiados de carne y sangre en espíritu,
de mortales a inmortales, a la segunda
venida de Jesús (1 Corintios 15:50-53;
Hebreos 9:28). Cuando el Reino de Dios
venga a la tierra, regirá sobre todos “los
reinos de este mundo” (Apocalipsis 11:15).
Desafortunadamente, al leer la frase de
Jesús “el reino de Dios está entre voso-
tros”, muchos han limitado erróneamente
el Reino de Dios a una perspectiva filosó-
fica o una forma de pensar. En realidad,
el venidero Reino de Dios es mucho más
de lo que implica estar en los corazones
y mentes de los seguidores de Cristo. De
hecho, en el Reino van a entrar los fieles
elegidos de Dios cuando Cristo regrese y
ese Reino sea establecido aquí en la tierra.
Para poder mantener clara la visión del
futuro en la mente, Cristo nos enseñó que
debíamos orar para que este Reino viniera
(Mateo 6:9), y además: “Buscad prime-
ramente el Reino de Dios y su justicia”
(v. 33). No basta con aprender acerca de
este misterio que ha estado oculto para
la mayoría de la humanidad y continuar
después viviendo de la misma forma en
que vivíamos antes de recibir este cono-
cimiento.
En lugar de esto, nuestra vida debe cam-
biar para que nos podamos convertir en
ejemplos para otros. Como seguidores de
Jesucristo, nosotros debemos ser “la sal de
la tierra” y “la luz del mundo” (Mateo 5:13-
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