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LAS FIESTAS SANTAS DE DIOS
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de una forma invisible toda la masa. Pablo
utilizó esta característica para señalar el
peligro del pecado a la iglesia en Corinto:
“No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis
que un poco de levadura leuda toda la
masa? Limpiaos, pues de la vieja levadura,
para que seáis nueva masa, sin levadura
como sois; porque nuestra pascua, que es
Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1
Corintios 5:6-7).
Sacar la levadura de nuestros hogares nos
da una lección objetiva de todo el trabajo
y el desafío que implica remover el pecado
de nuestra vida. La levadura difícil de
encontrar nos recuerda que debemos exa-
minarnos cuidadosamente en busca del
pecado, arrepentirnos y pedirle ayuda a
Dios para poder sacarlo.
Sacar lomalo y llenarnos
de lo bueno
Además de sacar el pecado, debemos
reemplazarlo con buenos pensamientos y
buenas acciones.
Pablo continuó su carta a los corintos de
esta manera: “Así que celebremos la fiesta,
no con la vieja levadura, ni con la levadura
de malicia y de maldad, sino con panes
sin levadura de sinceridad y de verdad” (1
Corintios 5:8).
Debemos prepararnos para la fiesta de los
Panes Sin Levadura, removiendo la leva-
dura física y la levadura espiritual —el
pecado. La instrucción clara para estos
siete días es aprender las lecciones espiri-
tuales de comer pan sin levadura (Éxodo
12:14-20; 13:6-7; Levítico 23:6), que es
símbolo de vivir una vida libre de pecado,
tal como Jesucristo lo hizo. Debemos
comer del “pan de vida”, como Jesucristo
lo explicó en Juan 6:27-63.
Así, la Fiesta de Panes Sin Levadura es
un tiempo en que debemos concentrar-
nos en tener la justicia de Jesucristo den-
tro de nosotros (Gálatas 2:20). Debemos
practicar la exhortación de: “No seas ven-
cido de lo malo, sino vence con el bien
el mal” (Romanos 12:21). Mientras más
viva Cristo en nosotros menor opor-
tunidad habrá para que la levadura del
pecado pueda estar en nuestra vida. Vivir
comiendo totalmente de los panes sin
levadura de sinceridad y de verdad es la
clave para sacar definitivamente la “vieja
levadura” del pecado.
Pero aunque nuestra respuesta ante el
pecado debe ser un deseo de “no pecar
más”, descubrimos rápidamente que no
podemos lograrlo por nosotros mismos
(2 Corintios 7:10-11; Juan 8:11; Romanos
7:23-25). Necesitamos la ayuda de Dios.
Esta fiesta nos recuerda que someternos
a Jesús es la única respuesta correcta ante
su misericordioso sacrificio. No somos
salvos por buenas obras; sin embargo fui-
mos “creados en Cristo Jesús para buenas
obras” (Efesios 2:10). Un cristiano que ha
sido perdonado buscará la ayuda de Dios
para no volver a la esclavitud del pecado.
Ahora, analicemos el tercer paso en el
plan de salvación de Dios, representado
en la Fiesta de Pentecostés.