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VidaEsperanzayVerdad.org, en los
artículos:
” e
”.)
Sin libertad para escoger, no seríamos
humanos, sino robots, programados
para no pecar ni sufrir nunca. Sin
embargo, Dios nos hizo mortales
para que en el caso de que algunos
decidieran rechazar eventualmente su
plan y siguieran el mal, no sufrieran
ni hicieran que otros sufrieran para
siempre (si desea profundizar más
acerca de esto, puede ver el artículo
en la red:
).
Para prevenir todo el sufrimiento
humano, Dios tendría que haberle
quitado el libre albedrío al ser
humano, lo que interferiría con
el desarrollo del carácter divino
necesario para convertirse en sus
hijos —para convertirse en alguien
semejante a Él.
La desafortunada decisión
de Adán y Eva
La Biblia indica que Dios ha per-
mitido que Satanás le dé forma al
mundo en que vivimos (2 Corintios
4:4; Gálatas 1:4). Por lo tanto no debe
sorprendernos que este enemigo haya
tratado de entorpecer y obstaculizar
el plan de Dios tan pronto como le fue
posible, en el jardín del Edén.
Dios había creado a Adán y a Eva y
los había puesto en este maravilloso
lugar. Él los rodeó de una vegetación
exuberante y una gran abundancia de
todo lo que podían querer o necesi-
tar. Él les ofreció el árbol de la vida
—lo cual representaba la obediencia a
Dios y al camino de vida eterna como
sus hijos. También les ordenó que no
debían tomar del fruto de otro árbol,
que les impartiría el conocimiento del
bien y del mal —lo cual significaba
que ellos tomarían la responsabilidad
de determinar qué era bueno y qué
era malo. A ellos se les advirtió que
si comían de este segundo árbol, los
conduciría a la muerte.
Pero Satanás se les apareció como una
serpiente y le mintió a Eva, tentán-
dola para que escogiera decidir por sí
misma lo que era bueno y lo que era
malo (Génesis 3:4-5). Adán siguió su
dirección. Ambos escogieron recha-
zar las instrucciones de Dios y tomar
su rumbo —el camino de la desobe-
diencia, que lleva al sufrimiento.
Cuando Adán y Eva escogieron
ignorar la clara instrucción de Dios,
ellos dirigieron a la humanidad a un
camino de independencia y auto-
determinación. Ellos, en efecto, le
dijeron a Dios que se ocupara de sus
propios asuntos —una decisión que
la humanidad en general ha conti-
nuado tomando desde entonces (Pro-
verbios 14:12; Romanos 8:7). Cada ser
humano desde entonces ha confir-
mado esta decisión al caer en la ten-
tación y el pecado: “por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la glo-
ria de Dios” (Romanos 3:23).
La rebelión de Lucifer y la elección de
la humanidad no han hecho que Dios