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EL MISTERIO DEL REINO
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tante anotar que Jesús instruyó a aquellos
que liderarían la Iglesia a que “Por tanto,
id, y haced discípulos a todas las naciones,
bautizándolos
en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).
Ser completamente sumergido en el agua
simboliza la muerte y entierro de nuestra
antigua manera de vivir, la que vivíamos
antes del arrepentimiento, y salir del agua
significa nuestra resurrección —ser vuel-
tos a la vida— a una nueva forma de vivir
libre de pecado (Romanos 6:3-11). Pablo
también se refirió a este proceso como
“habiéndoos despojado del viejo hombre
con sus hechos”, y “revestido del nuevo, el
cual conforme a la imagen del que lo creó
se va renovando hasta el conocimiento
pleno” (Colosenses 3:8-10).
Guiados por el Espíritu
Además de la inmersión en el agua, el
bautismo tiene otro elemento importante.
Después de ser bautizados, un ministro
debe imponernos las manos, orando a
Dios que nos dé su Santo Espíritu (Hechos
8:17-18; 19:6; 2 Timoteo 1:6).
El Espíritu Santo es “un don de Dios”,
que vence al miedo, nos da entendi-
miento espiritual y nos da el poder para
amar tanto a Dios como a nuestro prójimo
(Hechos 1:8; 2 Timoteo 1:6-7). Después
de la imposición de manos, el Espíritu de
Dios comienza a residir en nosotros y la
evidencia de esto o el “fruto” es obvio para
nosotros y para los demás. Las caracterís-
ticas de “amor, gozo, paz, paciencia, benig-
nidad, bondad, fe, mansedumbre, tem-
planza” describen nuestra forma de pensar
y nuestra conducta (Gálatas 5:22-23).
El Espíritu Santo no nos obliga a vivir de
acuerdo con el camino de Dios o parecer-
nos a Él. En lugar de esto nos guía por el
camino correcto. Debemos permitir que
el Espíritu de Dios nos guíe, porque “El
ocuparse de la carne [gobernados prin-
cipalmente por nuestra propia forma de
pensar aparte de Dios] es muerte” (Roma-
nos 8:6). Esta forma de pensar natural,
humana, es “contra Dios” (v. 7). La única
forma de agradarlo a Él es seguir su direc-
ción y permitir que su Espíritu nos guíe.
Más adelante Pablo explicó: “Porque si
vivís conforme a la carne, moriréis; más
si por el Espíritu hacéis morir las obras de
la carne, viviréis. Porque todos los que son
guiados por el Espíritu de Dios, éstos son
hijos de Dios” (Romanos 8:13-14).
Aquí, la Biblia define al pueblo de Dios
como aquellos que son “guiados por el
Espíritu”. Si nosotros tenemos el Espíritu
de Dios morando en nosotros, eventual-
mente seremos “juntamente glorificados”
con Cristo (v. 17).
Arrepentirse, ser bautizados, convertirse y
ser guiados por el Espíritu Santo de Dios,
son pasos requeridos para todos aquellos
que deseen heredar la vida eterna en el
Reino de Dios.
Cuándopodremos entrar al Reino
Volviendo a la ocasión en que Jesús res-
pondió las preguntas de sus discípu-
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