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Uno de sus 12 amigos cercanos permi-
tió que la avaricia, y tal vez la desilusión,
lo pusiera en contra de Jesús. Él acordó
entregar a Jesús a los líderes religiosos por
treinta piezas de plata.
En este momento de gran tribulación,
Jesús les pidió a sus discípulos que prepa-
raran su última Pascua (Mateo 26:18-20).
Esta tarde, conmemorada desde la época
del Éxodo de Egipto, requería el sacrifi-
cio de un cordero sin defecto cuya sangre
protegió a los israelitas en tanto que los
primogénitos de los egipcios murieron
(Éxodo 12:5-7; 12-14).
El Nuevo Testamento aclara que este cor-
dero representaba a Jesucristo. Como
Juan el Bautista anunciara acerca de Jesús:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo” (Juan 1:29).
Esta última Pascua era algo especial y
Jesús les enseñó a sus discípulos nuevos
símbolos que se convertirían en la base
del servicio de la Pascua del Nuevo Tes-
tamento.
Primero, Jesús dio un ejemplo de amor y
servicio al lavar los pies de sus discípulos
(Juan 13:4-13). Luego les dijo: “Pues si yo,
el Señor y el Maestro, he lavado vuestros
pies, vosotros también debéis lavaros los
pies los unos a los otros. Porque ejemplo
os he dado, para que como yo os he hecho,
vosotros también hagáis” (Juan 13:14-15).
Los símbolos del pan y del vino
Después del lavamiento de los pies, Jesús
instituyó dos símbolos de gran importan-
cia en la Pascua del Nuevo Testamento.
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y
La Pascua:
¿Qué hizo Jesús por usted?
Después de 30 años de preparación y 3½ años de enseñar a sus
discípulos, Jesucristo sabía lo que le esperaba. “Sabéis que dentro
de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será
entregado para ser crucificado” (Mateo 26:2).