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FROM HOLIDAYS TO HOLY DAYS
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deció sus leyes (Isaías 14:12-15; Eze-
quiel 28:14-16; Apocalipsis 12:3-4). Él
se convirtió en Satanás, el enemigo
de Dios y el que ha traído la horrible
cadena de pecado y sufrimiento en el
universo.
El pecado se propaga a Adán,
Eva y a toda la humanidad
Desafortunadamente, Satanás con-
tagió a nuestros primeros padres con
una actitud de rebelión y los engañó
haciéndolos escoger su propio camino,
en lugar de obedecer a Dios.
Y aún
más desafortunado, él ha sido capaz de
guiar también de una manera sutil y
efectiva a toda la humanidad hacia el
pecado.
Su seductora forma de pensar hace
creer que una pequeña mentira es
inofensiva, que un vistazo rápido a
la pornografía no es malo, que utili-
zar mal el nombre de Dios no le va a
hacer daño a nadie, y que un poco de
chisme está bien ya que todos lo hacen.
Trata de influenciarnos para hacernos
creer que a Dios no le importa o que
es injusto —o que definitivamente no
existe.
Él apela a nuestro sentido de indepen-
dencia, haciendo que nos sumerja-
mos más y más profundamente en las
garras de la desobediencia y los malos
hábitos, haciendo que nos volvamos,
sin pensarlo, esclavos del pecado.
Como consecuencia de ello, los seres
humanos en general se han vuelto hos-
tiles a Dios y a su ley, y no quieren obe-
decer (Romanos 8:7). El apóstol Pablo
explicó la naturaleza universal del pro-
blema: “Por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios”
(Romanos 3:23). Más adelante, él
afirmó: “la paga del pecado es muerte”
(Romanos 6:23). Esto significa que
todo ser humano se ha apartado del
Santo Dios que aborrece el pecado ¡y
cada uno de nosotros está bajo la pena
de muerte por hacer esto! La huma-
nidad, bajo el engaño de Satanás, se
encamina a su destrucción, aunque
Satanás ha puesto un velo sobre esa
verdad para que no la veamos.
Rescate del pecado
Afortunadamente, Dios tiene un plan
para rescatarnos de las artimañas de
Satanás y pagar la pena por nuestros
pecados pasados. Pero ese plan ilustra
la seriedad del problema. La solución
para nuestro pecado fue que el Hijo de
Dios muriera por nosotros. Jesucristo,
que nunca pecó, estuvo dispuesto a
pagar la pena de nuestros pecados.
Estuvo dispuesto a ser azotado y morir
de una forma horrible, por la cruci-
fixión, para que pudiéramos tener la
oportunidad de un nuevo comienzo.
Leamos el resto de Romanos 6:23, en
donde Pablo reconoce que la solución
al problema del pecado es el sacrificio
de Jesús: “Porque la paga del pecado es
muerte,
mas la dádiva de Dios es vida
eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”
(énfasis añadido).
El prerrequisito para el cambio es
reconocer el problema: el pecado. Lo
siguiente que debemos entender es lo
que Dios quiere que hagamos con res-
pecto al pecado.