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3:16; Efesios 4:3-5; Romanos 8:9, 16). Cada
miembro tiene un papel que desempeñar
en la obra de la Iglesia, tal como lo hacen
todas las partes del cuerpo humano (1
Corintios 12:12-14). A medida que nos
rendimos ante el liderazgo divino de Dios,
crecemos colectivamente “para ser un
templo santo en el Señor” (Efesios 2:21).
La Biblia nos enseña que Jesucristo es la
cabeza de su Iglesia, y como su líder espi-
ritual, Él guía y dirige a su Iglesia en todas
las edades (Colosenses 1:18).
También ha
provisto liderazgo humano para la Igle-
sia, desde la época en que estuvo aquí en
la tierra. “Y él mismo constituyó a unos,
apóstoles; a otros, profetas; a otros, evan-
gelistas; a otros, pastores y maestros, a
fin de perfeccionar a los santos para la
obra del ministerio, para la edificación
del cuerpo de Cristo, hasta que todos lle-
guemos a la unidad de la fe y del cono-
cimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo” (Efesios 4:11-13).
El liderazgo de Cristo y la disposición a
ser enseñados que tienen el ministerio y
los miembros, son esenciales para lograr
la predicación del evangelio, el cuidado
de las congregaciones y el funciona-
miento general de la Iglesia. En la Iglesia
de Dios, una Asociación Mundial, tene-
mos una Junta Ministerial de Directores,
compuesta por siete ministros selecciona-
dos por los ministros, que a su vez elige
Foto: Manuel Iturra, Chile