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Los Diez Mandamientos
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que la ley de Dios involucra algo más
que nuestras acciones. La verdadera
obediencia al Décimo Mandamiento
involucra nuestros pensamientos,
actitudes y enfoques.
Aun antes de que Cristo ampliara el
significado de las leyes, este Décimo
Mandamiento agregó profundidad a
todos los mandamientos al tener en
cuenta nuestros corazones y motivos.
La codicia y todo pecado comienzan
en nuestro corazón.
“Pero lo que sale de la boca, del cora-
zón sale; y esto contamina al hombre.
Porque del corazón salen los malos
pensamientos, los homicidios, los
adulterios, las fornicaciones, los hur-
tos, los falsos testimonios, las blasfe-
mias. Estas cosas son las que contami-
nan al hombre” (Mateo 15:18-20).
La codicia y la idolatría
Dios aun establece un vínculo entre
el Décimo Mandamiento acerca de la
codicia y el Segundo Mandamiento en
contra de la idolatría. Cuando pone-
mos nuestra ambición y egoísmo por
encima de Dios, esto se puede conver-
tir en idolatría.
El apóstol Pablo escribió: “Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros:
fornicación, impureza, pasiones des-
ordenadas, malos deseos y avaricia,
que es idolatría; cosas por las cuales
la ira de Dios viene sobre los hijos de
desobediencia” (Colosenses 3:5-6).
Pablo también hizo esta compara-
ción en su carta a la iglesia de Éfeso:
“Porque sabéis esto, que ningún for-
nicario, o inmundo, o avaro, que es
idólatra, tiene herencia en el reino de
Cristo y de Dios” (Efesios 5:5).
Jesucristo explicó: “Ninguno puede
servir a dos señores; porque o aborre-
cerá al uno y amará al otro, o estimará
al uno y menospreciará al otro. No
podéis servir a Dios y a las riquezas”
(Mateo 6:24). La adoración a las rique-
zas nos separa de la adoración al Dios
verdadero.
Esa es la razón por la que Jesucristo
también nos dijo: “No os hagáis teso-
ros en la tierra, donde la polilla y el
orín corrompen, y donde ladrones
minan y hurtan; sino haceos teso-
ros en el cielo, donde ni la polilla ni
el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan. Porque donde
esté vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).
Malos ejemplos de codicia
La Biblia da muchos ejemplos malos
de codicia, tales como cuando David
codició a Betsabé (2 Samuel 11:1-4) o
cuando Acab codició la viña de Nabot
(1 Reyes 21:1-6). En ambos casos, este
pecado mental condujo a otros peca-
dos, incluso al homicidio.
Antídotos de la codicia
Cuando codiciamos, es como rendir-
nos a una mentalidad tóxica y egoísta
que conduce al pecado y a la muerte.
Afortunadamente, la Biblia identifica
tanto la cura como la enfermedad.
Entre los antídotos de la codicia están:
Contentamiento.
Pablo dijo “he
aprendido a contentarme, cual-
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