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Los Diez Mandamientos
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piente, le dijo a Eva que Dios les había
mentido. Él lo hizo sutilmente, cuando
le preguntó inicialmente: “¿Conque
Dios os ha dicho: No comáis de todo
árbol del huerto? Y la mujer respondió
a la serpiente: Del fruto de los árboles
del huerto podemos comer; pero del
fruto del árbol que está en medio del
huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni
le tocaréis, para que no muráis. Enton-
ces la serpiente dijo a la mujer: No
moriréis; sino que sabe Dios que el día
que comáis de él, serán abiertos vues-
tros ojos, y seréis como Dios, sabiendo
el bien y el mal” (Génesis 3:4-5).
Qué acto de engaño tan diabólico
—¡mentir al llamar mentiroso a nues-
tro Dios, alguien totalmente confiable!
Anhelamos el día en que Satanás ya no
engañará a las naciones (Apocalipsis
20:3).
No es necesario jurar
El espíritu del Noveno Mandamiento
va más allá de no jurar falsamente.
Cada una de nuestras palabras debe
ser confiable —no es necesario jurar.
Como Jesús enseñara en el Sermón
del Monte: “Además habéis oído que
fue dicho a los antiguos: No perjura-
rás, sino cumplirás al Señor tus jura-
mentos. Pero yo os digo: No juréis en
ninguna manera; ni por el cielo, por-
que es el trono de Dios; ni por la tierra,
porque es el estrado de sus pies; ni por
Jerusalén, porque es la ciudad del gran
Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque
no puedes hacer blanco o negro un
solo cabello. Pero sea vuestro hablar:
Sí, sí; no, no; porque lo que es más de
esto, de mal procede” (Mateo 5:33-37).
Dios quiere que sustituyamos la men-
tira con honestidad en nuestras pala-
bras y nuestros corazones y nuestros
pensamientos.
¿Qué sucede con las
“mentiras blancas”?
Algunos se preguntan si es posible
decir siempre la verdad y sugieren que
las “mentiras blancas” son necesarias
para evitar herir a otros. Pero la Biblia
dice que debemos estar “siguiendo la
verdad en amor” (Efesios 4:15). Las
mentiras blancas no son necesarias;
pero debemos hablar la verdad siem-
pre con tacto, bondad y cortesía.
El apóstol Pablo también dijo a los
cristianos de Éfeso que “desechando la
mentira, hablad verdad cada uno con
su prójimo, porque somos miembros
los unos de los otros” (Efesios 4:24-25).