Página 31 - 2014-10-mandamientos

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nifica “cabeza hueca”], a su hermano,
será culpable ante el concilio; y cual-
quiera que le diga: Fatuo, quedará
expuesto al infierno de fuego” (Mateo
5:21-22).
Hay un enojo justo (Dios se enoja con-
tra el pecado, como muestra Hebreos
3:17), pero debe ser controlado, tal
como Dios lo hace con paciencia y
misericordia. Joel 2:13 nos muestra
esto, y nos alienta a apelar a la miseri-
cordia de Dios: “Rasgad vuestro cora-
zón, y no vuestros vestidos, y conver-
tíos al Eterno vuestro Dios; porque
misericordioso es y clemente, tardo
para la ira y grande en misericordia, y
que se duele del castigo”.
El odio es homicidio
La Biblia muestra que el odio es una
actitud homicida. El apóstol Juan
escribió: “Todo aquel que aborrece a
su hermano es homicida; y sabéis que
ningún homicida tiene vida eterna
permanente en él” (1 Juan 3:15).
La Biblia también muestra los peli-
gros de nuestras palabras y que noso-
tros podemos cometer homicidio con
nuestras lenguas (Proverbios 18:21).
“Así también la lengua es un miem-
bro pequeño, pero se jacta de grandes
cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque
enciende un pequeño fuego! Y la len-
gua es un fuego, un mundo de mal-
dad. La lengua está puesta entre nues-
tros miembros, y contamina todo el
cuerpo, e inflama la rueda de la crea-
ción, y ella misma es inflamada por
el infierno. Porque toda naturaleza
de bestias, y de aves, y de serpientes,
y de seres del mar, se doma y ha sido
domada por la naturaleza humana;
pero ningún hombre puede domar la
lengua, que es un mal que no puede
ser refrenado, llena de veneno mortal”
(Santiago 3:5-8).
Debemos reemplazar el odio —la acti-
tud de homicidio— con amor, y mos-
trarlo con hechos: “Nosotros sabemos
que hemos pasado de muerte a vida,
en que amamos a los hermanos. El que
no ama a su hermano, permanece en
muerte… Pero el que tiene bienes de
este mundo y ve a su hermano tener
necesidad, y cierra contra él su cora-
zón, ¿cómo mora el amor de Dios en
él? Hijitos míos, no amemos de pala-
bra ni de lengua, sino de hecho y en
verdad” (1 Juan 3:14, 17-18).
No debemos odiar ni a un enemigo,
sino amar, bendecir, hacer bien y orar
por ellos.
Como Jesucristo enseñó en el Sermón
del Monte: “Oísteis que fue dicho:
Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a
tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que
os maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os ultra-
jan y os persiguen; para que seáis hijos
de vuestro Padre que está en los cie-
los, que hace salir su sol sobre malos y
buenos, y que hace llover sobre justos e
injustos” (Mateo 5:43-45).
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